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Informe Oporto: seriedad bajo instintos

james
El concepto de equipo es complicado de definir. Sobre todo si comenzamos a tener en cuenta la estructura que no se refiere estrictamente a los once que juegan más el cuerpo técnico. Es decir, la gestión económica, la relación masa-club, etcétera. Pero, con seguridad, si pensamos en el global llevado a cabo con sumo acierto, el primer equipo en llegar a la mente es el Oporto. Pinto da Costa ha conseguido que la idea y base del club sea estable a partir de unos parámetros muy claros: productividad. El ejemplo más visual más allá de los resultados deportivos es el rédito económico en relación a compra-venta de jugadores: superávit de 233 millones de euros. A grandes rasgos, se puede establecer una vinculación directa entre rendimiento económico y modelo de juego.
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Foto: AFP.
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Falcioni se queda atrás

Hace poco tiempo, desde este lugar defendíamos la gestión de Falcioni hacia la búsqueda del alma en la era post-Riquelme. Al mismo apuntábamos algo: Boca podría comenzar a dejar de ganar más pronto que tarde y el técnico sufriría. Boca ya ha dejado de sumar de tres en tres. Y Falcioni no reacciona. Golpea al aire en busca de oxígeno, de alguna solución mágica que le dé algo en ataque sin restar en defensa. Imposible.

La baja de Riquelme es dolorosa y Boca no se ha repuesto, pero tiene una posible respuesta, aún en ciernes, en el banquillo. Falcioni continúa usando el esquema diseñado para que Riquelme fuese feliz sin Riquelme. Y sin un ’10’ de garantías para canalizar. Porque Pochi es más europeo y menos talentoso. Y Paredes es joven; tiene detalles, pero no puede ser expuesto a llevar el peso (emocional y de juego) del xeneize.Sin el nexo entre los interiores y la delantera, Boca se parte. Necesita desplazamientos largos y balones frontales, y todos estos favorecen a la zaga contraria.
El 4-3-1-2 -habitual- requiere aspectos muy concretos y Boca cumple pocos. Los laterales nunca fijan como extremos para ensanchar, sino que aparecen en vertical. Necesitan posesiones largas y Falcioni las niega porque prefiere neutralizar al rival antes que proponer. Parafraseando así aquel lema del despotismo ilustrado: «Todo por mi equipo, pero sin mi equipo». Boca, además, es un equipo tremendamente fracturado. El único nexo común, Somoza, no pasa su mejor momento, por lo que obliga aún más si cabe a los dos interiores a replegar a su altura, aumentando la distancia con los delanteros a infinito. Y aquí el último problema detectado: Viatri y Silva. De cara a portería son dos complementos; de espaldas, dos copias. Si Boca no logra girarlos, ocurre lo visto ante River. Estatismo y ayuda al rival, que adelanta su defensa a sabiendas de que nadie atacará su espalda. Para colmo, tampoco está Mouche, tan odiado y añorado.
La solución paciente
En el banquillo, un chiquito lúcido en el apoyo vertical cercano al área y lo suficientemente horizontal para dar pausa. En el minuto 91 tomó las riendas e hizo empatar a Boca. Paredes dibujó una sonrisa en el hincha que añora a Riquelme e hizo ver que, en mayor o menor medida, Boca puede y debe llevar el peso. Solo queda ser paciente. Él ofrece la interpretación y si Falcioni se atreve, Sánchez Miño, Erviti, Acosta o Gaona Lugo podrán poner el talento individual al servicio colectivo. Justo ahora, Boca es un equipo antiguo porque su entrenador se quedó atrás. Irreconocible idioma porque se fractura en todas las líneas. Repliega estrecho con extremos ofensivos, quiere contragolpear con delanteros inmóviles y deja la generación a un mediapunta que juega revestido en la derecha. Como verán, Falcioni acude en busca de oxígeno a una máscara sin aire. Es muy complicado apagar el fuego con gasolina.
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