Informe Oporto: seriedad bajo instintos

james
El concepto de equipo es complicado de definir. Sobre todo si comenzamos a tener en cuenta la estructura que no se refiere estrictamente a los once que juegan más el cuerpo técnico. Es decir, la gestión económica, la relación masa-club, etcétera. Pero, con seguridad, si pensamos en el global llevado a cabo con sumo acierto, el primer equipo en llegar a la mente es el Oporto. Pinto da Costa ha conseguido que la idea y base del club sea estable a partir de unos parámetros muy claros: productividad. El ejemplo más visual más allá de los resultados deportivos es el rédito económico en relación a compra-venta de jugadores: superávit de 233 millones de euros. A grandes rasgos, se puede establecer una vinculación directa entre rendimiento económico y modelo de juego.
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Foto: AFP.
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Once ‘cholos’ y un partido

diegocosta1.- La fortaleza de un colectivo se mide de manera sencilla. El todo siempre debe sumar más que todas las partes juntas. Y el caso de Diego Pablo Simeone es algo que sobrepasa el sentido colectivo y trasciende a la fe. Es una especie de virtud discursiva que muta a sus jugadores, los convierte automáticamente en creyentes del ‘cholismo’ y proyecciones del entrenador en el campo. El hombro amigo nunca falla cuando el compañero cae. Y los datos hablan por los que callan ahora, ubicados por la realidad en un farragoso barro poético: Tres finales en poco más de año y medio.
2.- El Atlético de Madrid se ganó el derecho a luchar por la Copa del Rey a batalla única. Aún no se sabe dónde porque España es España y puede que alguien dé el cante para que se cambie la fecha. En fin, qué vamos a decir a estas alturas. Posiblemente Diego Costa sea el exponente más visual del Maquiavelo futbolista, un tipo dispuesto a utilizar todos los recursos disponibles. Su especialidad es bajar al barro a luchar, enfangar al contrario y salir vestido de smoking y sin rasguño alguno. Cuando sale del vestuario es en realidad como si estuviese entrando. Allí, en el verde, es donde el tipo eleva la brega a la categoría de espectáculo. El jugador amor-odio según el color de su camiseta. Es la máxima expresión de Simeone, además de un jugador imprescindible.
3.- Pero no es el único. El salto cualitativo se puede medir en la intensidad –entre otras muchas facultades– de Gabi, Mario y/o Tiago. Tres jugadores que parecían fríos, alguno incluso bajo cero, son ahora el eje para unir transición hacia ambas porterías, el nivel y la altura de la presión y un largo etcétera de situaciones de partido que Simeone ha encomendado a ellos y a Arda, que lleva el carácter turco y el nervio de acero para discernir el error del riesgo y la batalla de la guerra.
4.- Emery se ha entregado en cuerpo y alma a Jesús Navas. Ahora es un jugador hecho, completo, con multitud de registros y en todos ellos con ventaja. De repente, siendo menos explosivo, su zancada de salida es extraordinaria. De todos sus unos contra uno sale victorioso por el primer toque, por la sencilla razón de que ya no sale siempre hacia fuera, sino que domina el ancho del terreno de juego y su pierna izquierda. Aún así, enfrentándose al mejor Navas de su carrera, el Atlético ha padecido.
5.- La incertidumbre la causó el repliegue bajo de Gabi y Mario, que estuvieron peor, porque Navas, Rakitic y Reyes comienzan a ser muy disolubles por las líneas, lo cual supone un importante quebradero de cabeza para una defensa medio-alta. En la mínima grieta habría una ventaja casi incorregible. Con todo, el Atleti insistió porque Courtois es el primero en empujar hacia fuera, su presencia en el área es enorme, y el equipo se redujo a tres líneas muy marcadas y reducidas a un espacio mínimo. Un dèja vú de Trescientos, porque el Sevilla quiso partir desde su carácter y el revoloteo constante para ganar. Pero ahí es imposible ganar a este Atlético en una eliminatoria. Es como retar a un banco a hacer números siendo un mero ciudadano.
6.- Bien es cierto que sería injusto calibrar la claridad, por tanto, casi el nivel, de las salidas sin tener en cuenta el resultado y las necesidades. Pero es necesario porque el Sevilla puede dar un salto cualitativo de comenzar a fluir desde el principio. Botía y Fazio se diluyen a menudo de esta tarea. Y no es baladí porque el Atleti, conceptualizando posiblemente en exceso, posee a un conductor –Godín– y a un pasador en largo –Miranda–. Además, es el equipo que se lanza, que no necesita a sus centrales en partidos como el del Pizjuán porque ya vuela a partir de los robos a cualquier altura. Merced a esos dos bichos que chocan y percuten, rajan por dentro y juegan de cara. Son dos generadores de ventajas de los que Koke y Raúl, dos jugadores con cierta sensibilidad, pueden sacar un rédito gigantesco.
y 7.- La sensación es que el Atlético de Simeone no deja de tocar techitos. Contra el Athletic, contra el Barça, contra el Sevilla, contra el Chelsea. Pero nunca llega. Se levanta cuando tropieza y ataca todas las debilidades rivales. Pero ya no se condiciona tanto al rival, sino que aprovecha el estado de forma de Costa y Falcao para martillear sin pudor. El Atleti es ahora la efervescencia emocional de un entrenador más cabal que gritón, más táctico que técnico, pero sobre todo intenso. Competir se infravalora y Simeone ha presentado públicamente que el manido binomio ‘querer es poder’ es una verdad como un templo. Para él, de hecho, es una religión.
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De corredores y futbolistas

moutinho
1.-
“El Málaga jugó lo que le dejamos”. Siete palabras para definir un partido. Toda la globalidad del mismo resumida por Moutinho, que además fue el reflejo de lo que significó la primera parte de la batalla entre Oporto y Málaga. Pellegrini reconoció después del partido que el caudal ofensivo de su equipo fue malo, pero el mérito del Oporto fue total: planteamiento, matices durante el partido e intensidad. Pérdidas sin riesgo y presión altísima tras pérdida. Pereira ganó la batalla a Pellegrini, ojo, a partir del balón.
2.- El encuentro parte de una base compleja para el Málaga, que el técnico chileno tendrá que observar y, con toda probabilidad, replantear: Isco en la izquierda y Joaquín en la derecha. Rigurosamente abiertos y anclados para controlar a Danilo y Alex Sandro, que estuvieron 90 minutos fijando como extremos. La distancia entre los dos máximos generadores del Málaga fue vital para el desarrollo. Ninguno se atrevió a abandonar su zona y distanció al Málaga de su esencia. Ni Baptista ni Iturra-Toulalan fueron capaces de dar cohesión. A ello hay que sumar la presencia de Santa Cruz en lugar de Saviola, un elemento muy débil lejos del área.
3.- El debate sobre la posesión de balón es absolutamente inocuo y facilón por su tendencia a pensar que asegura algo cuando no es cierto. Bueno sí, el balón. Pero, en principio, solo eso. El Oporto generó mayor posesión, pero trascendente en todos los casos. Con los laterales a la altura de Moutinho y Fernando suelto, con más vuelo del habitual, el Oporto se fue liberando y ocupó todos los espacios del campo. Obligó al Málaga a defender ancho y a correr constantemente en vertical y horizontal. Siempre detrás del balón. Moutinho tomó el metrónomo y distribuyó con una enorme frecuencia de primeros toques. Mientras, Jackson Martínez fijó y ganó todas las batallas físicas a Demichelis y Weligton.
4.- Pellegrini suele usar a Portillo como escalón hasta la media punta. Y Joaquín e Isco de interiores penalizan la salida. Además, el Málaga ya demostró en La Rosaleda contra el Milan que las presiones altas le duelen a más no poder. Le niegan el inicio y obligan a Isco (sobre todo a él) a recepcionar muy escorado o muy lejos de su zona de influencia. Al equipo de Allegri le penalizó su sentido colectivo y defender con cinco, pese a su buena idea. El Oporto es mucho más. Eliminó de una tacada la tenencia y expuso a Mangala y Otamendi (dos correctores de mucho nivel) a la posibilidad de rupturas a la espalda. Ni una. Ni un problema: líneas juntas, cero espacios, robos rápidos y control absoluto del juego.
5.- Pereira ‘sorprendió’ con Izmailov. Tal vez la tercera variante tras Atsu y James (aún necesitado de ritmo de partidos tras la lesión). Ante todo, el ruso fue molesto. Se movió especialmente hacia dentro, aunque partiera desde la banda izquierda. En la primera parte no hirió en exceso porque Sergio Sánchez bascula bien hacia dentro –a menudo demasiado–, pero su presencia en la derecha coincidió con el gol del Oporto. Durante unos minutos, arrastró a Antunes hacia dentro y llamó la atención de Weligton. Arañó y obligó a recular. El Málaga no supo gestionar los espacios en el centro del campo, donde fue del todo superado. Aún así, defendió con sobriedad.
6.- Moutinho. En el espacio, con balón, con ritmo y con pausa. Remató llegando en una ruptura magistral, a pesar de estar levemente adelantado. Su partido fue para saltar a un grande. Adrián Cervera, técnico del Marbella, lo catalogó como “uno de los mejores jugadores del mundo en los momentos sin balón”. Incluso en la transición defensiva es un jugador que, pese a su aparente liviandad, roba una gran cantidad de balones.
7.- La presión tras pérdida del Oporto fue sensacional. Propiciada por el orden de la posesión, siempre ubicado en el espacio libre, pero válido. La sensación de solidez colectiva fue máxima y el trabajo de Lucho, Moutinho y Fernando por dentro, así como Izmailov y Varela por donde el Málaga menos sale fue soberbio. Ni una salida limpia. El partido, en general, nace también de los laterales altos, técnicos y listos, y de la superioridad física global del equipo. Pereira permitió a los suyos transitar hacia delante con más o menos metros. Jackson, que realmente asustó a Demichelis-Weligton ensució esa salida. Siempre obligaba a un pase acelerado y de bastantes metros para lo que acostumbra el Málaga, que a nivel individual no brilló, aunque fue el dominio táctico del Oporto el que ofreció la sensación abismal de superioridad.
9.- El duelo de técnicos merece una mención especial. Pellegrini planteó un once extraño. Baptista y Santa Cruz es una pareja que chirría y no favorece al contexto que prefiere el Málaga. Son dos jugadores que, por tendencia natural, conducen más de la cuenta y ralentizan. Usar a los dos significa volcar al equipo en vertical y hacer uso de su fortaleza aérea. Desagregan, podríamos decir. Y Joaquín e Isco se separaron. Y Pellegrini no logró rectificar. El postpartido hizo, tal vez, ver que el chileno creyó en un mal día propio y muy bueno del rival, pero la realidad es que había soluciones en el banquillo para equilibrar algunas balanzas. Portillo minimizó la diferencia con balón, Saviola agrega y Piazón luce con espacios y es capaz de romper. Sus planteamientos suelen ser muy buenos conforme el partido madura (siempre planteamientos previos), pero esta vez Pereira ganó. Propuso mejor, disimuló todas las carencias y corrigió el ritmo con James y dio la pradera a Atsu.
Y 10.- El marcador fue corto, pero el Oporto sale muy reforzado del partido (excelente a nivel colectivo e individual; tal vez irrepetible) cara a la eliminatoria. Y el resultado, con todo, es difícil de remontar porque un gol visitante obliga a tres locales. El cuadro de Pellegrini, por encima de cualquier otro defecto, sufrió el de no sentirse. En otras palabras, el Málaga no se reconoció a sí mismo porque, como dijo Onetti, “la vida es uno mismo, y uno mismo son los otros”.
Foto: Efe.
Artículo publicado en el Perarnau Magazine.
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Isco: el último desafío


“Lo mejor está por llegar; nadie sabe dónde está su límite”
. Lo dijo quien lleva dirigiéndolo dos años. Dos años de constante evolución, desde ese jugador cuasi inexperto que llegó desde Valencia para dar oxígeno a Cazorla y reencontrarse con su ciudad natal. La sucesión de halagos a Isco se queda habitualmente en el detalle técnico, en el control para highlights o en el regate entre tres. Pero su trascendencia en el Málaga es mayor. Asume el peso del centro del campo cuando el rival empuja alejándose de la portería, da uno de los primeros pases sin dejar de dar el último. Futbolísticamente, no es el niño, no es la genialidad, sino el jugador.
Artículo completo publicado en El Enganche. Sigue leyendo –> 

 

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Willy Mutombo

Don Willy Caballero
1
.- Un equipo no se puede entender sin todas sus piezas, las que suman y las que restan. Sin embargo, como en muchos otros equipos, hay jugadores que despuntan en determinados momentos y con una influencia brutal. Willy Caballero ha vuelto a ganar. El Málaga es un colectivo que, indudable y justamente, se debe a la idea y a algún baluarte individual, pero en el 2013 se debe a un nombre: Willy. No solo ha sumado, sino que ha transmitido la angustia al rival. La portería se hace diminuta. Y van todas este año y muchísimas en esta temporada. Definitivamente, Caballero recordó aquella frase célebre de Dikembe Mutombo: “Not in my home!”.
2.- El Athletic, por su parte, transmite sensaciones malas. Los impulsos europeos que la temporada pasada daban gas para varias jornadas, esta no dan ni para varios minutos. Dominó 10 minutos de la primera parte (en torno al 30’) que hicieron exhibirse a Willy. Expuso, pero se encontró al portero. Más allá del partido (descomunal) del argentino, la determinación en el área fue débil. Ni con Llorente y Aduriz en el césped.
3.- Bielsa dio entrada a San José (lesión de Gurpegi) en el minuto 25. El Málaga cedió parte del dominio por dos motivos: a) San José no reculaba como Gurpegi, aspecto que, a menudo, le pasaba una factura tremenda, pero en ese instante fue bueno para el Athletic, que estaba hundido hacia Raúl –correcto partido–; b) Aunque se predique, la esencia del Málaga no es la eterna posesión, sino que Pellegrini entiende que llegará antes teniendo el balón. Pero se siente cómodo en el repliegue medio. Se mueve a tenor de sensaciones por distintos contextos, lo que lo hace aún más peligroso.
4.- El Athletic se desperezaba agitando por dentro y estando al acecho de los rechaces. Mucho más enchufado a la segunda línea que el Málaga, que suele sufrir cuando se coloca en esa especie de 4-3-1-2 que propone Pellegrini cuando juega con Camacho o Toulalan solos. Pero, a diferencia de otras veces, Antunes y Sergio Sánchez fueron rigurosos tácticamente, aguantaron la línea de cuatro y Camacho fue ayudado por Piazón y Portillo. El Málaga superó a un Athletic débil en la salida, solo con Ander –in crescendo– para fluir.
5.- Pero los de Bielsa quisieron. Lo intentaron. La entrada de Llorente dio un poco más porque Weligton y Lugano ya estaban fijados y reculando hacia Caballero. Pellegrini quitó a Baptista por Toulalan. Y el francés, como poco, igualó la batalla del inicio, se soltó y presionó la salida, pero el Athletic consiguió, aun sin demasiada frecuencia, salir por fuera. Solo por la derecha con Iraola. De discreto a correcto, pero el equipo vasco se quedó en el intento. Por falta de pegada y por carácter, amén de un ejercicio de interesantes correcciones de Lugano y Weligton.
6.- Entre tanto, Piazon fue capaz de sonreír por primera vez en el Málaga. Fue, de los hombres de campo, el mejor del Málaga en la segunda parte. Su asociación en los últimos metros fue buena y sus conducciones, peligrosas, hasta el punto de que su mapa de influencia (cortesía de @38ecos) evidencia una acción interesante desde fuera hacia dentro.
y 7.- El Athletic murió y vivió gran parte de la segunda parte cerca de Caballero. Sin someter al Málaga, pero con un nivel digno. Tal vez excesivamente discontinuo, dependiendo de la influencia de Ander y la actividad interior de Ibai, el menos rígido de los de arriba. Sin buenas sensaciones, pero exigiendo a Willy. Aun así, durante todo el partido concedió demasiadas facilidades en la transición defensiva. Bajo la opinión de quien les escribe, los resultados son peores que las sensaciones. Obligó a Caballero a parar seis veces, una más que Raúl. Precisamente Willy fue el responsable. Una mezcla de Sterbik y Mutombo y su caballería aérea para ganar antes de la Gran Batalla. Como las del (recuperable) Athletic 11/12.
Málaga-Athletic: Crónica publicada en el Magazine de Martí Perarnau.
Foto: Málaga de Champions.
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Mourinho también es entrenador

MouEntrena

… Entonces nació el director técnico, con la misión de evitar la improvisación, controlar la libertad y elevar al máximo el rendimiento de los jugadores, obligados a convertirse en disciplinados atletas”. Esto sentencia el viejo Galeano hablando del entrenador en su exclusivo ‘El fútbol a sol y a sombra’. Releída la frase debía quedar claro que se trata de la persona con toda potestad para seleccionar los jugadores adecuados para la práctica. Prejuicios, gustos y disgustos incluidos. Minimizados, seguramente, pues una mala elección acabará con derrotas, muy amigas de caminar señalando, con más velocidad en unos lugares que en otros, la puerta de salida. Como la limpiadora del cine que aparece en una esquina, como si hubiese divisado la película entera versionando a una estatua. Ya sabes que ha llegado la hora de salir. Como del Gobierno cuando el pueblo, dichoso, se manifiesta demasiados días por demasiadas cosas. Bueno, lo del Gobierno en España no suele ocurrir.
No se trata de reivindicar al puesto ni sobrevalorar el puesto de entrenador, sino de otorgar los galones reales que tiene: gestionar y dirigir el grupo conlleva tomar decisiones. Hace poco más de un año me dijo un entrenador de categorías inferiores cuando le pregunté por qué no habían jugado dos chicos: “Están bien, pero he decidido dejarlos en el banquillo. No he conseguido identificar la causa exacta, pero esta semana no han entrenado. A los dos la han regalado una videoconsola y ambos, tengo la sensación, de que se sienten imprescindibles en el equipo. Digamos que han corrido poco esta semana. Esa comodidad mata al deportista. Tengo que enderezar el rumbo porque el ser humano, en general, necesita sentirse inferior para automotivarse”. Adán, Casillas y Mourinho son el suplente, el imprescindible y el entrenador. Para bien o para mal, el gestor del vestuario, el que los observa al detalle de manera diaria. ¿Existe un conocimiento más profundo?
Huelga decir que Casillas es mejor que Adán o que Mourinho, como mi entrenador, quiere ganar. A toda costa. El vestuario se extrañó de aquella decisión, pero nadie la cuestionó, salvo los padres, que juegan a ser entrenadores sin conocimiento. Como médicos sin estudios. Buen símil de la prensa, por cierto. Galeano acababa así su texto: “El entrenador cree que el fútbol es una ciencia y la cancha un laboratorio, pero los dirigentes y la hinchada no solo le exigen la genialidad de Einstein y la sutileza de Freud, sino también la capacidad milagrera de la Virgen de Lourdes y el aguante de Gandhi”.
Vaya mi texto por ese niño que heló la tarde de un cinco de enero de 2013. Sonríe allá donde estés, Miguel.
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Lotería: que no sea una esperanza

lottTodos los años viene, llega y se va. Citando a Nietzsche, estamos ante un ejercicio de eterno retorno. Con la Lotería ocurre como con multitud de cosas, pero su singularidad es que juega con la ilusión; ilusión, a menudo, (mal)entendida como esperanza. Esperanza para evitar o acortar el sufrimiento económico, esperanza para sobrevivir, esperanza que, al fin y al cabo, cuesta entender como algo positivo, pues aparece a posteriori de algún hecho negativo. Así, algunos pensadores han tenidos verdaderos debates sobre la conveniencia. El mismo Nietzsche mantiene en su Humano, demasiado humano que la esperanza “es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”, mientras que Sir Francis Bacon defendía: “Es un buen desayuno, pero una mala cena”.
El alemán, además, entendía la esperanza como estimulante incluso por delante de la suerte. Y esto es la Lotería: un conjunto inequívoco de esperanza, lejos incluso de la probabilidad del azar que alcanza el 0,0001 de posibilidades de que su número sea el elegido, en el que el sentimiento de ilusión bien mezclado con situaciones económicas complejas reflejan la necesidad de la sociedad, religiosa a estas alturas del ‘timo de la estampita’ del político de turno. El hecho de que la Lotería sea una vez al año, en un contexto distinto –niños y escenario– y unos premios superiores la convierten en una parafernalia completamente peculiar y llamativa. Claves, va de suyo, para que algo triunfe en España.
Bien sirva el día de antes y el de después de la Lotería como otro ejemplo de la España de contrastes y emociones, de ilusiones y decepciones, de fuego y de hielo, de sueño y realidad –demasiado aristotélica (y desgraciada) para algunos–. La Lotería gustaba cuando se compraba para mejorar y no para sobrevivir, cuando la gente podía gastar para progresar con facilidad, cuando existía ese afán cuasi infantil de jugar las tandas de penaltis. Quizá ya sea tarde para lanzar. Por tanto, que no sea una esperanza, porque al día siguiente (casi) todos hablarán de la salud, y ésta, como decía Bernard de Fontenelle, no es más que “la unidad que da valor a todos los ceros de la vida”. Esos ceros, esa lotería. Aquella vida.
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El título de su vida

titovilanova
Escribía un texto sobre el Barça de Tito. Su evolución y su mejora desde el inicio. Me atasqué en el primer párrafo y acudí a la música y a Twitter a leer sobre la gravilla virtual. Pese a que me acosté con mal regusto después de leer a Pedro Simón (texto que recomiendo lean, cuando hayan pasado unas horas desde la última mala noticia), no estimaba que pudiera encontrar otra noticia que me golpeara de bruces con la realidad. Por desgracia o por suerte, la vida no entiende de probabilidades.
Tito, para pena de todos, se adueñó del texto de su equipo. Donde ponía falso nueve, jugadas verticales, adaptación al rival o Messi, se coloca una palabra de inevitable apego: salud. Sucede de repente y lo que hace media hora era un título, un partido, una idea o un modelo de juego, se convierte en la vida. Sin más batallas ni objetivos que salvarla. Valga para Tito Vilanova y para el resto de personas que pelean por la suya desde el silencio.
Como en casi todos los textos, acabo aludiendo al periodismo. O a la estricta emisión de palabras (información o desinformación), que bastante devaluado está el concepto de periodismo como para seguir colocando losas sobre él. Para los emisores, es tiempo de callar, aguardar y ser extraordinariamente respetuosos con la vida privada de una persona. No hay ninguna exclusiva que ponga precio o audiencia a la salud de una persona. Tito ya pelea, y solo ahí radica la única noticia. Ha ganado títulos antes, pero tiene la difícil papeleta de enfrentarse al trofeo más complejo, al de las cosas importantes que están por encima del fútbol que decía Arrigo Sacchi.
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El idealismo y la realidad pueden ser hermanos

Ryszard KapuœciñskiLos cínicos no sirven para este oficio es un tipo del que vale la pena hacerse amigo. En una realidad fundamentalmente dura y complicada de contextualizar, donde convergen culturas antagónicas y riquezas opuestas, es un manual ético que merece aprovechar para enderezar cualquier curva mal dada. No es un libro de Kapuscinski ni para Kapuscinski, sino con Kapuscinski. Tres charlas con el autor afrontadas sin corsés, sin límite para la explicación. Con una notable dosis de realidad e idealismo; dos conceptos que tendemos a separar, excusados en la crudeza, pero que bien merecen caminar unidos para la buena praxis periodística. Y vital.
El libro, y Kapuscinski en particular, nos sitúa continuamente en la África vista por un europeo sin prejuicios. Más persona que europeo, y más reportero que persona. El autor polaco ofrece numerosas píldoras sobre la ética periodística, probablemente antes de acusar su ausencia en España, donde cada uno de los periodistas del país diría algo bueno de sí mismo si caminara con Los cínicos no sirven para este oficio bajo el brazo. Es un libro necesario para los periodistas (y para los que no) porque ofrece una reconciliación con el oficio basada en una visión de la realidad detallada al extremo y la pasión a las personas, a las historias.
En definitiva, es el cerebro frente a la emoción, el valor frente la cobardía, el humanismo frente al material, el reporterismo frente al urgentismo, la descripción sobre la interpretación. El detalle sobre lo superfluo. Kapuscinski en este libro se expone, se desnuda éticamente y enseña de manera más o menos pormenorizada su realidad como humano y reportero, algo fuertemente vinculado, en un contexto de extrema complicación.
El libro exhibe todo lo contrario, por señalar a alguien, al periodismo patrio. Kapucinski prefiere a las personas y a las historias antes que a los personajes y su palabrería; opta por oír antes de hablar y comprender antes que acusar. Aquí sería un tipo señalado por vendernos la excelencia, pero muestra una verdadera oportunidad de progreso. “En el futuro, y para los valientes”, decía Víctor Hugo.
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El error olvidado


El Madrid no hizo un mal partido. Lamento defraudar al lector mundano, bailarín en la nueva novela de Pérez-Reverte, que olvidara el césped para entrar a la plaza de prensa a sacudir. O se diera un paseo por la taberna Twitter para observar que en el lugar donde tras el partido con el Athletic había quinceañeras exaltadas al ritmo de ‘qué bueno está’, las escopetas estaban cargadaspara la noche. Con fobias. Cuanto más radicales, más éxito. Unos callan hoy, otros callaron con el festín ante el Athletic. Los hay también que soñaron la semana pasada y derrumbaron esta. Al grito de ‘estos son mis principios…’ La semana pasada tenía otros.
Perdón por el sermón reivindicativo, pero los periódicos deambulan sin rumbo. Y no todo es culpa de los gestores ni de los lectores. Ni siquiera de la crisis financiera. Hay un porcentaje alto, diría que muy alto, que se pasa por encima. La crisis es profesional, moral. La crisis es de periodismo en periodistas, pero no del primero como un ente que camina solo sin que alguien lo guíe. Periodismo no es, puede que ni para Hearst, vomito mi bilis en una información. Ni siquiera en un tuit. En juego, también en Twitter, está la credibilidad como profesional, el verdadero, y pronto único, valor de un periodista.
Y sí, Mourinho se equivocó. Pero erró donde importa al aficionado al fútbol, dentro del césped. El planteamiento del partido fue correcto, la intensidad, el ritmo… Por momentos pareció un Madrid huracanado, con ganas de acuchillar. Cristiano tenía y quería ventajas con unos pocos metros y partiendo desde la izquierda. Jugadas puntuales, pero también en posicional hizo 75 minutos dignos. Probablemente para ganar. El partido de Mel fue magistral; el del Betis, a la par que el planteamiento. El curso pasado, JIM exhibió con su Levante que al Barça, si se le defendía estrecho en el primer escalón y estrecho de laterales, se le podía herir. Parecía un equipo adaptado a una coyuntura excepcional, pero excepcionalmente guiado. El Betis fue el equipo más estrecho del mundo. Aquí ganó Mel.
La producción externa del Madrid era casi inexistente. Analizamos uno por uno a sus encargados. Arbeloa: elige contextos para subir, riguroso posicionalmente y notable defensor. Se aprovecha de las ventajas, pero no genera; Coentrão: no es el cuchillo del Benfica. Corre, defiende y se estira, pero no ejecuta a buen nivel. Mucho más determinante en carrera que contra defensa organizada; Di María: la luz está apagada. Antes era vertical y sus excelentes conducciones gestaban superioridades ofensivas. Contra el Betis, fue impreciso. Su dribbling fue interior y previsible.
No produjo; Cristiano: no jugó en banda más que para partir. Produjo, ganó balones, pero no fue un gran partido. 4 jugadores abiertos -en teoría- cuyo rendimiento estuvo lejos de lo que exigía el escenario.
Ante esto, Mourinho escoge potenciar la dinámica perseguida. Si no se puede por fuera, que es por donde quería Mel que atacase, utilicemos las herramientas para atacar por dentro (‘Ten el valor de equivocarte’, decía Hegel). Arriesgó, potenció el plan y falló. Los recursos no ofrecían mucho más. La puerta no se podía derribar. Tal vez, Di María, el peor de los recursos actuales, hubiese podido jugar en la izquierda para salida externa y ganar una banda. Mou no confió y eligió a Kaka’ y Modric para ganar el centro, pero si hubo un equipo con fe, fue el Betis. Todos cerrados, tendencia absolutamente interior. Balones aéreos, rechaces y robos para transitar. Salía por fuera, pero sellaba por dentro. Kaka’ necesita espacio (a estas alturas) y Modric no engrasa con fluidez. Además no encontró la luz, se agobió recibiendo atrás y sin opciones claras delante. No podía arriesgar el primer pase. El Madrid llegó hasta el minuto 75, cuando, progresivamente, decidió enviar balones directos al área. Recurso de montonera, sinónimo de ventaja para la defensa.
Por tanto: el Madrid supo a lo que jugaba (cambios acordes a la idea [bajo mi juicio, equivocada]); erigió a Adrián, portero del Betis, en héroe del partido (síntoma contradictorio para quien manifiesta que «no ha jugado a nada»); Xabi se multiplicó para soltar a Modric, iniciar y cerrar casi en horizontal a Pepe. Un largo etcétera de argumentos creados para responder a las escopetas cargadas a priori y desenfundadas a posteriori. El resultado explica un gran partido del Betis, pero no uno del Madrid, que cumplió, que perdió en unas circunstancias a las que era complicado encontrar un recurso distinto. Servirá para alimentar páginas de crisis externa a una razón fundamental: el planteamiento de Mel. «Un cobarde golpea siempre cuando está a salvo» (Goethe).
Foto: Real Madrid.
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